lunes, 6 de junio de 2011

The Rookies

Están unas ratas gigantes, del tamaño de un tonel, cruzando la sabana para asco y griterío de los frugívoros y benditos monos aulladores; éstos, armados con huesos de melocotón y orgullo de clase obrera, enseñan la piñata de forma amenazadora y las ratas, atemorizadas, miran de reojo esos ojos inyectados en sangre al pasar.


Horas más tarde, la maloliente marcha peluda se cruza en el camino de un grajo multiinstrumentista de renombre; domina el reclamo del gorrión y de la abubilla y alcanza octavas de estornino en celo, sin menospreciar su cover punk-rock de la alondra cornuda; que comparte elogios por parte de crítica y público.


_ Eh, rata idiota, mira a tu pueblo y dime el porqué de tu insistencia en equivocarte. ¡Hasta vuestra carne sabe mal!

_ Tu no entiendes nada, grajo; el problema es que no hemos encontrado el sitio que buscamos.

_ Esa es precisamente la razón de que se os desprecie. Mírame, yo nací en este mismo árbol y aquí sigo; quién me busca sabe donde encontrarme.

_ Y tú pretendes darme lecciones, el mundo es muy grande y tu conocimiento muy pequeño, grajo. Al final de aquellas colinas hay un abrevadero, allí nos dirigimos, para que nuestra sociedad se mantenga viva. Los muertos no habrán caído en balde, han perecido en esta marcha por un bien mayor: nosotros.

El sol pega en los lomos morenos de la infecta compañía mientras las crías miran a sus progenitores, como quien mira a sus héroes, y añaden como plegaria a cada paso que su nómada familia roedora esté en contra del aborto.

_ Tienes razón, rata, cada uno de vosotros ha muerto por una copia exacta que ha venido después; creo que habéis descubierto el secreto de la inmortalidad, de la anulación de las alternativas; con la consiguiente erradicación del error. Enhorabuena a tu especie por facilitar la viabilidad de las especies carroñeras...y ahora discúlpame, es mi cumpleaños y esos monos que has visto hace un rato me han preparado una fiesta en el estanque.

....

Amaneció en la sabana y algunos monos todavía estaban despiertos.

(Es difícil ya un lunes conciliar el sueño mientras tus vecinos aullan y cacarean sin propósito alguno, imaginad una noche para compartir)

En una rama se encontraban dos sentados, charlando sobre acercarse a desayunar unas ranas a la charca antes de acostarse y terminar con el mañaneo.

(Y además verían a las parejas copular dentro del agua, y ya que ellos no habían pillado, al menos podían masturbarse el uno al otro o hacer un agujero en el barro de la orilla y meterla dentro -este era uno de los pasatiempos favoritos de la manada- hasta caer rendidos)

En realidad, de camino hacia allí descubrirían el cuerpo del grajo a la sombra de un tronco caído y empezarían los preparativos para darle sepultura en su árbol; donde se le pudo encontrar siempre en vida.

El resto de los monos se lavarán a conciencia tras el desenfreno sexual para parecer gente seria en un mundo increíblemente infantil.
Esa noche habrá otra fiesta de despedida y, tarde o temprano, la hilera viajera de las ratas retornará -o los supervivientes de aquel absurdo plan- y no es una buena idea que les descubran celebrando cada momento presente o acabarán por declararles la guerra. (Al recordarles a las ratas que el futuro ya está aquí y ha merecido la pena)