martes, 3 de enero de 2012

Orfeo debe caminar siempre delante

"Es lo suyo...", decían los griegos que me daban clase, "bajar hasta el puto infierno para recuperarla". Y no mirar atrás, es decir, confiar en su palabra: Eurídice te sigue a pocos pasos y a ti te han estafado tantas veces que no te queda otra que mirar a ver si te sigue. Y claro, ya sabéis que pasa: que has incumplido el pacto y no puedes estar con ella. Si tienes cojones volverás a intentar cruzar el infierno en otra ocasión, como hizo Orfeo, y si no compondrás lamentos y tertulias a la lira por la mala suerte que nos rije y la mala ostia de los hados.

El mito se repite o no es mito. Orfeo siempre se gira...es eso o arriesgarte a sacar un monstruo del infierno y llevarlo a tu cabaña. Y así están las cosas. El Hades siempre vence. Sólo existe Eurídice si la pierdes.

Y lo asumes. Y vuelta a adentrarte en el infierno que aquello ya parece veranear en el pueblo de veces que has estado. El espectro hecho polvo que te dio asco la primera vez que abrió la puerta ya te ha cogido confianzas y todo y te sonríe con una dentadura que mejor sería no tener nada. Hasta te pone el sello en la muñeca para saltarte la cola por si sales a fumar.

Y cargas con la lira porque la llevas contigo, no hay otra. Y todas las marchitas apariciones te piden hacer los coros. Pero tu no estás para coñas, te duelen los pies de subir y bajar al inframundo por amor.


Pero es que hablamos de Eurídice, chavales; ninfa auloníade asesinada el día de vuestra boda por huir de un pastor despreciable y violador cualquiera...porque en tu mito los dioses ni pintan ni cortan, tu historia es la historia del que pierde y no lo asume.


Pero eso ya lo vienes sabiendo tras sortear el decimocuarto demonio abisal que se cruza en tu camino. No es que lo sepas, es que es tu emblema, lo que te mantiene en pie, a ti, un vulgar pastor en el centro del infierno.

Ver a Eurídice allí, al final de tu búsqueda es la mejor parte. La muerte no os ha separado, pareja.
Y estás tan cansado de los subidones y bajones de esta historia mil y una veces repetida que sugieres un cambio: agarrado fuertemente a Eurídice y con una lira como protección osas cambiar el trato a los cancilleres del Tártaro. Planteas que esta vez sea ella la que vaya delante y que si ella siquiera se gira para buscarte, seas tú quien quede preso allí.


Y en esas estás. En una era sin mitos y sin dioses cruzas el planeta cabizbajo siguiendo el aroma del cabello de tu ninfa.